sábado, marzo 05, 2005

Million dollar baby (Clint Eastwood) 2004

Hay algo que caracteriza el cine de Clint Eastwood, y es que por regla general hace grandes ciertas historias que en manos más torpes rozarían lo telenovelesco y lo mediocre. Pero él es pura elegancia, puro clasicismo, no exagera, no carga las tintas. Cualquier indocumentado habría convertido “Million Dollar Baby” en una especie de Karate Kid con conflicto moral de por medio; sin embargo el maestro mantiene el pulso firme, es duro cuando tiene que serlo, y da espectáculo cuando cree que la historia se lo puede permitir. Una vez más se guarda para sí el papel principal, ese personaje que, ya sea desde el rincón de un cuadrilátero, empuñando un rifle, o trabajando de plumilla, siempre se muestra cínico, de vuelta de todo, en principio incapaz de volver a ilusionarse por nada ni nadie, incapaz de sentir. Podemos acusarle de no tener más que un registro, de acuerdo, pero es el mejor en eso. Hillary Swank y Morgan Freeman completan el triángulo protagonista: de Freeman poco hay que decir que no se haya dicho ya; y la señorita Swank vuelve a trabajar en un proyecto decente desde que Boys Don’t Cry la lanzara al estrellato, y es que es una actriz como la copa de un pino que no merece desperdiciar su talento en películas como El Núcleo; pero así está el patio, y esta gente tiene que comer. La construcción que hace de una aspirante a boxeadora, pura basura blanca de algún lugar perdido en los EEUU, es sencillamente soberbia.

Una buena película, como cabía esperar siendo Eastwood quien se sitúa tanto detrás como delante de la cámara; y bastante valiente en su resolución teniendo en cuenta la mojigatería y el puritanismo reinante en los Estados Unidos de Norteamérica.

Enrique Campos