martes, septiembre 19, 2006

Bandidas (Joachim Roenning y Espen Sandberg) 2006

No sé cómo tengo cojones de reseñar esta película porque si la reseño quiere decir que la he visto. Seré sincero, no sólo la he visto sino que además la he visto en el cine pagando por ello. Sé que no es excusa, pero he de decir para limpiar un poco mi imagen que fui a verla con amigos, en un ambiente distendido y festivo, con el único fin que pasar la tarde, y la verdad es que la cartelera en verano no daba muchas más opciones. El caso es que la vi y aquí estoy para contarlo.

La trama de la película es bien sencilla, mejor dicho, bien simple. María Álvarez (Penélope Cruz) es la hija de un humilde campesino mexicano cuyas tierras se encuentran bajo la jurisdicción del gran terrateniente Don Diego. Sara Sandoval (Salma Hayek) es la hija de Don Diego, criada y educada en Europa bajo todo tipo de costumbres y disciplinas de lo más civilizadas (como por ejemplo tomar el té). Ambas cruzan sus vidas cuando se ven desposeídas por la fuerza de sus respectivos patrimonios, debido a un plan del gobierno de los Estados Unidos que pretende hacer pasar el ferrocarril por sus dominios. Sara y María deciden que la mejor forma de ayudar al pueblo oprimido y de recuperar lo que es suyo es robando bancos, consiguiendo así repartir entre sus gentes lo que antes les ha sido afanado, y haciendo replantearse al gobierno de los Estados Unidos el paso del ferrocarril por sus tierras. Para este fin se verán obligadas a someterse a un duro entrenamiento bajo la tutela de un antiguo atracador de bancos retirado, el cual las convertirá en unas temidas y eficaces bandidas. Vamos, Robin Hood a la mexicana y con tetas.

Si el argumento es flojo, la puesta en escena aún lo es más. Penélope Cruz y Salma Hayek están la mar de estupendas, y el director ya se encarga de recordárnoslo con unos impresionantes primeros planos de las dos tomados de escote para arriba, pero la verdad es que ninguna de las dos ganará el Oscar por su trabajo en esta película. También hay que reconocer que los papeles que interpretan tampoco dan para mucho. Mientras que Penélope Cruz da vida a una vulgar campesina sin modales, curtida en el arte de cabalgar y disparar; Salma Hayek encarna a una señorita educada y refinada que no ha tocado un arma en su vida, y que confía más en la educación y en la palabra que en la violencia. Es precisamente esta incompatibilidad de caracteres la que dará origen a la mayoría de los gags supuestamente cómicos de la película, consistentes en las absurdas discusiones de un par de estúpidas adolescentes inmaduras. Por lo que respecta a los personajes secundarios, pues lo de siempre en una película de este tipo, los buenos son muy buenos y muy inteligentes, y los malos son muy malos y muy tontos, nada nuevo.

Si se ha de salvar algo de la película es la ambientación, vestuario, decorados, exteriores y recreación del México de hace un par de siglos. De todas formas, a estas alturas de la industria cinematográfica, tampoco debe de ser muy complicado ni muy caro hacer una película del Oeste y reconstruir un pueblo de la época con su “Saloon”, su “Drug Store”, su depósito de agua y su estación de ferrocarril con locomotora de vapor y todo. Únicamente hay un detalle de ambientación que me hace reflexionar… Si Penélope Cruz representa a una humilde campesina mexicana... ¿De dónde saca el Rimel que lleva en los ojos durante toda la película?...

No seré yo el que recomiende ver Bandidas, ahora bien, el que quiera ver como se asoman por encima del corsé las voluminosas glándulas mamarias de Salma Hayek, esta es su película.

Rubén (El Artista Multimedia del Bajo Aragón)

domingo, septiembre 17, 2006

Alatriste (Agustín Díaz Yanes) 2006

Sin duda está levantando ampollas, eso no se podrá negar, y no es para menos. Nos encontramos ante una obra que está dejando desconcertados tanto a seguidores como a los que no lo son.

La adaptación única de la múltiple e inacabada saga de Alatriste (Arturo Pérez Reverte) tenía la difícil tarea de condensar las cinco novelas existentes del capitán y sus aventuras. Agustín Díaz Yanes se encarga del guión y dirección. Fotografía a cargo de Paco Femenía y vestuario de la mano, dedal y aguja de Francesca Sartori.

Y lejos de querer reproducir críticas binarias (a favor o en contra) que han proliferado en muchos medios, evitaré así caer en tópicos y soplapolleces de pecata minuta. Por ello pienso que Alatriste pone en jaque mate al mal acostumbrado espectador español. Digo esto porque en los tiempos que nos toca vivir, es imposible pensar que el mero hecho de hacernos observar, pensar y utilizar esa materia gris que algunos tienen y otros ansían es para analizar lo que vemos y lo que nos muestra la película. Alatriste acaba con las previsibles peleas americanas, las colosales llamas, explosiones, guerras y batallas fantasiosamente digitalizadas.

Y es que, señores, en el siglo XVII español se moría, luchaba, vivía, amaba y se jodía uno en esa perra vida de Madrid y el resto del imperio a la manera del capitán. Reflejar esta situación es el mayor logro de la película. Pero claro, el espectador de cine que espera una americanada, el que ve el león gruñir y se imagina una morenaza explosiva española rescatada por un capitán d’Artagñesco y más cuentos de capa y espada facilones, esos, repito, pierden el tiempo. Corran y escapen dejando paso a aquellos que sí quieren ver y conocer nuestro siglo XVII, que contuvo el siglo de oro y que tanto nos otorgó. Para esto sí que sirve Alatriste, porque es ante todo, una película histórica. Casi me atrevería a decir y lo hago, que es un documental de aventuras históricas.

Además se hace difícil criticar una película que el propio creador valora muy positivamente. Pero claro si hablamos en términos de comercialización cinematográfica, no estamos ante una buena película, si no fuera por el fuerte merchandising que se le da claro. Su fuerte no es la acción, ni el guión y muy posiblemente no sea la mejor película para entretener casi dos horas y media al espectador.

Pero cambiemos el chip. Vamos a ver una película que nos quiere transmitir algo más interesante que la mayoría de estrenos semanales. A través de la vida de Alatriste (Viggo Mortensen) se recrean multitud de detalles de ese período histórico, veremos la esencia policromática de las obras de Velázquez. Una ambientación perfecta de las calles madrileñas, de la vida germanesca en escenas de cárcel, de las relaciones de maridaje, de la vida política y ostentosa de un clero secularizado. Hasta asistimos al estreno en una “corrala” madrileña de la obra El perro del hortelano de Lope de Vega o conocemos a un Quevedo (Juan Echanove) en una faceta satírica de la vida política española, en sus continuos ataques al Conde Duque de Olivares (Javier Cámara). El contexto histórico en que se desarrolla la trama es el leitmotiv del film. Un imperio español en crisis. Una estructura social y económica mantenida por débiles hilos de oro traídos de las indias y un ejército que se desangra en Flandes. Génova es la sanguijuela encargada de satisfacer los excesos de la corte y sus múltiples endeudamientos. Y en medio, Alatriste es la máxima representación de un contacto lúcido del pueblo llano con la realidad. Es una clara evocación de cómo malvivía un soldado de los tercios.

Y claro, cuando alguién se percata de que el timbre de voz no es, ni de lejos parecido al de Bisbal o el capitán Sparrow, clama a los cielos de cómo se ha consentido tal aberración. Como si tuviera importancia fuera del pensamiento de un sujeto adicto a los deshechos televisivos.

Por esto le llueven críticas a Díaz-Yanes acusándolo principalmente de haber hecho un guión inconexo, pausado y confuso. Y aunque puede que así llegue a serlo, se olvida que el guión es la adaptación novelesca de la vida de Alatriste. Explicar la gran cantidad de posibles desenlaces en cada episodio de su vida, como algunos propugnan, solo tiene cabida en la creación de una saga cinematográfica.

Esto, posiblemente, desvirturaría la razón de ser de la película, convirtiendose en una comercial historia de aventuras y mitificando precisamente a un personaje perfectamente mimetizado con la soldadesca de la época.

Si conseguimos evitar caer en la búsqueda de una trama que nos narre una historia heroica digna de Hollywood, obtendremos una película con una ambientación, fotografía, vestuario, banda sonora y referencias a un brillante, triste y abandonado episodio nacional que no nos dejará decepcionados ni mucho menos.

De ahí que, al igual que Alatriste, sería fácil hacer una crítica basada en juzgar su mejor o peor comportamiento comercial, en base a supuestos motivos de escasa acción, inconexo montaje o inexistente trama.

Hugo Nuño